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Conviértase en el líder que quiere ser

Actualizado: 24 jun 2019

El simple hecho de crecer y de convertirnos en líderes no nos ofrece de forma automática habilidades y cualidades para liderar. Numerosos estudios arrojan datos estadísticos de cuáles son las acciones, cualidades y estilos más importante de un buen liderazgo, sin embargo, queremos sumergirnos en esas características de personalidad que inconsciente o conscientemente predominan en las conductas de algunos líderes. Esas cualidades que van contrapuesta al propósito de crear relaciones verdaderas, genuinas y productivas, que sumen y dejen huellas positivas en quienes le rodean.

Enunciaremos algunos estilos de liderazgo que generan choques y fricciones una vez que se pierde esa mística del líder:


Líder histriónico: es el protagonista absoluto, busca por todos los medios llamar la atención, tiene hambre de palmeo, reconocimiento y adulaciones. Dice en cantidad palabras vacías y frases saturadas de pedantería basadas en sus propias experiencias. Sus conclusiones son simples, imprecisas y generalizadas, que solo buscan el populismo. Solo beneficia a quienes entran en el juego de las adulaciones.


Líder emocional: sus estados de ánimo, expresión facial, gestos, voz y posturas son como una veleta. Son inesperados los momentos en que estallarán o darán una palmada de aliento. La rabieta no solo le sirve para expresar su bloqueo emocional, además humilla, maltrata y disminuye a las personas para reafirmar su superioridad.


Líder desorganizado y ausente: abarca proyectos de los que puede desarrollar responsablemente. Toma decisiones para beneficio propio y no para el de la empresa. Establece y suspende reuniones, objetivos y tareas de un momento a otro, embarca a sus colaboradores en visiones inalcanzables por la inexistencia de planes estratégicos, objetivos e indicadores. Sus compromisos personales están a la orden del día, solo el tiene otra vida además del trabajo.


Líder manipulador: sus colaboradores siempre están en deuda con él. Es especialista en trasladar la responsabilidad de los fallos, nunca asume, asigna tareas imposibles de cumplir, oculta información clave para la ejecución de un proyecto, No escucha al equipo invalidando cualquier argumento que aporte soluciones, en situaciones que sienta que lo ponen en evidencia.


Guy Kawasaki, empleado de Apple, afirma: “hay dos tipos de empresas: las que reconocen ser como las de Dilbert, y las que también lo son pero aún no lo saben”.

Estamos convencidos que el liderazgo, más allá de ser innato, es una habilidad que debe ser aprendida, desarrollada y entrenada. El darse cuenta y dar el primer paso para el cambio, será lo necesario para convertirse en una fuente de motivación, conseguir que las personas aprendan, evolucionen, mejoren de manera continua y generen rendimiento y rentabilidad para la empresa.

Sin pensar más, aproveche este nuevo comienzo como una oportunidad ¡transcienda! Su recompensa no será solo en el ámbito laboral, sino también en su vida personal.





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